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Utopía: un alegato cáustico en clave de revisionismo ético, estético y social
(extracto del catálogo no sE quE…, Edita: Centro de Arte Casa Duró. DL: AS-5690-08)
Mª del Mar Díaz - Universidad de Oviedo
Antes de profundizar el análisis de la serie Utopía aportada por Jaime Rodríguez a su exposición, vale la pena aludir nuevamente a la riqueza inventiva que el artista plantea en los diversos planos de su existencia. Cabe referirse a otros aspectos que tienen que ver con el ritmo vital en que confluye asimismo el pulso creativo. Como es bien sabido su ingenio, agudeza mental y talento se diseminan sin lugar a duda en sus aportaciones plásticas, pero hay otras facetas que corroboran la hondura de su sabiduría emocional y que ahora también interesa resaltar. Entre sus muchas cualidades, destaca ciertamente su singular sentido de la amistad entreverado de una enorme capacidad de entregarse a la otredad.
Por medio de la variedad y la diversidad de los medios técnicos, de los recursos audiovisuales, de la señalética de todo género y condición, empleando incluso el medio táctil, la plástica de Jaime Rodríguez se engrandece con el lenguaje de los sentidos que debería invadir actualmente todos los campos del arte de la modernidad, lo cual no siempre acontece.
Las piezas que se proponen al espectador, integran diversos procedimientos como resulta ya habitual en la dinámica creativa del autor. Lo cierto es que este nuevo discurso artístico englobado dentro del genérico epígrafe Prohibido el paso logra esbozar una vez más un repertorio pleno de sugerentes intimidades y acertadas reflexiones. Sin embargo, en esta ocasión, el artista también quiere rendir, en la mencionada serie Utopía, un afectuoso homenaje formal a Jonathan Talbot que, en el estío de 2007, impartió un curso sobre el collage en el Centro de Estampación artística Litografía Viña de Gijón. Y es que Talbot mostró allí a los asistentes una serie de planteamientos innovadores en lo concerniente a ese versátil recurso. Durante el transcurso del taller, el artista neoyorquino propuso otras vías de indagación y de experimentación procedimental, ahondando las posibilidades de un medio tan versátil que no había sido utilizado en vano por los dos insignes maestros cubistas en los assamblages elaborados en la segunda década del siglo XX. No tratándose, por lo tanto, de un método expresivo nuevo para Jaime Rodríguez, que lo había empleado desde sus inicios y en el que siempre había brillado con luz propia, es cierto que la sistemática de las adherencias entreabría infinitas facultades creativas.
no significa nada
A pesar de la heterogeneidad de los recursos empleados, lo cierto es que la serie Utopía decanta una coherencia compositiva difícil de lograr en todo momento y preserva al mismo tiempo la sintaxis estilística del artista. Es en ese sentido, si se me permite la expresión laudatoria, una obra plástica canónica, materializada sobre un soporte cartón en el que aletean las certeras modulaciones dibujísticas que muy bien definen el particular lenguaje del artista. Adherencias de toda clase y recortes de prensa contribuyen a enriquecer determinadas composiciones -valga el ejemplo de las obras número cuatro y siete: Llueve en el desierto y Siempre legato (Todo vale). Algunos acordes cromáticos, siempre estridentes, dado que se proponen como un verdadero e inquietante alarido, o bien como un estallido de color que se alza exultante, al fin, sobre el plano inferior de algunas superficies -Todo sigue igual; Intentar, Desengaño dentro de la serie La ignorancia II. No olvidemos tampoco la extraordinaria y perturbadora obra El poder es para unos pocos, única y estupenda aportación de grandes dimensiones.
Por lo general, Jaime se esfuerza en el dominio de la luz, intuyéndose maestro de la línea que siempre ha brotado impulsiva y segura en todos sus trabajos iniciales, el autor concentra preferentemente ahora sus esfuerzos en lograr unas centelleantes metáforas en las que escinde el mensaje, duro y crítico de este poemario -vale la pena destacar a este respecto No significa nada; Globalización de la serie Ignorancia IV; Dualidad. Amor/Odio. Dentro de este contexto, tampoco quiero dejar de comentar el protagonismo compositivo desempeñado por el papel empleado habitualmente por las costureras para trazar patrones. En mi opinión, este singular elemento desempeña una función articuladora y constructiva como se puede advertir en algunas de las mejores piezas de la serie: Desigualdad; Nada cambia; No pienses más ¿Para qué? La estructura de su pulpa, su valor táctil y su colorido cetrino, sobre todo, contribuyen a consolidar sin duda el espíritu revisionista de este razonamiento incisivo y mordaz con el que el artista pretende sellar el compromiso de denuncia ética y estética de una sociedad adocenada y complaciente.
Amor/Odio (díptico) - técnica mixta, 24x20 cm. c/u. 2008-09
A pesar de la denominación genérica, la serie no se ha conformado como una bella entrega a la fábula, a lo inverosímil y a lo fantástico, se ha enfocado, por el contrario, a partir de un planteamiento revisionista de un sistema de valores “decimonónico”. Aprovechando la tradicional herencia crítica de las artes, y desde la ironía de las interrogantes, las obras consignan un modelo alternativo de organización social. Esta propuesta artística canaliza la denuncia de creencias establecidas, consideradas a priori como supuestas grandes verdades universales, que se revelan al fin huecas, vacías de contenido y de intención. Utopía se erige, por lo tanto, como un eje de referencia crítico y subversivo con el fin de apelar a la meditación del espectador de una muestra esencialmente inconformista. Por medio de este cuestionamiento, Jaime Rodríguez esboza un decálogo de reflexiones en torno a los acontecimientos sincrónicos de nuestro devenir contemporáneo más inmanente. Sus trabajos aluden a la necesidad de un cambio, plantean la voluntad de ruptura con el vetusto y caduco sistema tradicional que, según el artista, “establece una relación hierática entre los diferentes niveles de la cultura”.
Este trabajo traza, en definitiva, un balance de activos y de pasivos e indaga sobre la equívoca ambivalencia de determinados términos como democracia, educación, globalización, igualdad, humanización, libertad de expresión... Todas las aportaciones de la serie se atreven a escudriñar la interpretación de unos conceptos manidos, malinterpretados con suma frecuencia por una sociedad ignorante y opulenta que vive de espaldas a la realidad triste y desesperanzada de mucha gente.
Empleado en su connotación más sarcástica, el término Utopía remite insistentemente a las lacras de una comunidad alienada e hipócrita que se mantiene ajena al compromiso de denuncia de las injusticias y de los abusos. Desde ese planteamiento, al tratar de forjar una realidad paralela cargada de simbologías morales, el discurso resulta áspero y en modo alguno complaciente, dado que Jaime no ha querido plantear una ensoñación melancólica ni un alegato recatado y pudibundo. Por el contrario, las parábolas iconográficas se centran en la descripción de los vicios históricos, de la falsa palabrería o de la amoralidad de determinados grupos de presión.
intentar
Si en otras exposiciones, Jaime propendía a lo personal, en esta ocasión Utopía remite a la ética de nuestra sociedad globalizada, que se envuelve en la dinámica de unos valores manidos, caducos y yermos parapetados tras una estética fútilmente edulcorada. Este conjunto de trabajos de gran belleza plástica se inscribe dentro de unas directrices de compromiso artístico indudable, pero también delatan una gran responsabilidad social. Utopía se presenta como una serie abierta, como una llamada a nuestra conciencia y como un guiño a la inteligencia del espectador que puede inferir en el contexto del discurso desde su propia experiencia personal, siendo ésta una de sus mejores cualidades sin menoscabo, por supuesto, de los aciertos comentados más arriba.
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