Arte / La Nueva España - Miércoles 17 de junio de 2009     

En un lugar pospictórico

Jaime Rodríguez huye de los convencionalismos, lo suyo es crear espacios abstractos para la ensoñación

JAIME LUIS MARTÍN

Resulta difícil imaginar cualquier proyecto de Jaime Rodríguez enmarcado en poéticas canónicas. Sus trabajos siempre se encuentran en el cuadrilátero, golpeando el concepto arte y lanzando un «crochet» a los convencionalismos pictóricos. Sólo en este sentido se pueden entender la serie «Utopía» y la propuesta de videoarte «Esencia», que presenta en la galería Texu.

En el primer caso se trata de dibujos, «collages» -exhibidos con anterioridad en el Centro de Arte Casa Duró- que exploran mediante un lenguaje muy personal, sobrio, críptico por momentos, su visión de la sociedad globalizada y sus secuelas de abuso e injusticia. El capital se mueve, en esta nueva era, con total libertad e impunidad, pero se han intensificado los controles y se han construido nuevos muros y fronteras que impiden el transito de las personas. En este sentido Jaime desarrolla un discurso coherente, desencantado, en los márgenes, conducido por un trazo enérgico, ágil, desbordado, inacabado y sutil, en el que se puede respirar el final de una época creativa.

La propuesta de videoarte se caracteriza por una vinculación con lo pictórico, incorporando al relato el color y la investigación de la abstracción, pero, también, manifiesta una preocupación por tramar salidas de lo real, huidas hacia la utopía, estimulando lo maravilloso y lo ideal, imaginando y potenciando mundos virtuales, nuevos espacios para soñar. Esta narrativa, tan alejada de la estética de la televisión y más allá de la realidad de los videoclips, aunque la música tenga una presencia determinante, representa una obra pautada y meditada, principio de una nueva etapa, caracterizada por el progresivo abandono de la pintura definida según parámetros clásicos. Cierto que algunos antecedentes como «A la deriva» marcaron el camino de los desplazamientos que pretende el artista, trasladando la pintura desde soportes tradicionales a poéticas participativas en la red.

En este caso el vídeo «Esencia» se mueve por retóricas posfílmicas, ya que partiendo de imágenes grabadas con una cámara digital o bajadas de internet, consigue crear un ambiente pictórico con contaminaciones textuales. Se podría hablar de visiones u obsesiones envolventes, con la presencia del actor teatralizando cuanto de maravilloso tiene este sueño neobarroco de juegos y simulacros seductores, una artificiosidad que trastoca el orden permitiendo que se expandan los sentidos. Pero conviene recordar que este artista amarra todos sus proyectos con fuertes cuerdas conceptuales y nudos argumentales suficientemente sólidos como para evitar cualquier improvisación.

El proyecto se puede dividir en tres secuencias narrativas: presentación del escenario, modulaciones de este paisaje y la presencia del personaje que desencadenará la escena final. La naturaleza se encuentra presente en cada una de estas partes, si bien se transforma, se vuelve más abstracta, activando lo misterioso y onírico. En este estado el espectador se ve asaltado por imágenes saturadas de cromatismo, un mundo pospictórico de gran intensidad y turbulencia, acompañado por la música - excelente el trabajo de ten&tracer y mshia-f-lehkla- que bien marca las pautas y los cambios de ritmo asociados a las distintas escenas, bien amplifica algún momento, subrayando las variaciones en la saturación de la tonalidad.

El resultado es un alud de imágenes con el color como verdadero protagonista de este trabajo complejo que recurre a numerosas aportaciones visuales, pero mantiene un discurso diferente y personal, sirviéndose de las pulsiones pictóricas y los arrebatos teatrales para llegar donde todo es posible, un lugar próximo al corazón.

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