fernanda álvarez - grabado Patricia Vázquez - instalación

La intimidad hunde sus raíces en las narraciones e imaginarios que crean comunidad; sería una tupida red de relatos y relaciones que nos vinculan, «que nos permiten encontrar -como señala José Luis Pardo- entre las máscaras a los que, como nosotros, no son nadie». Pero la tensión de la intimidad produce ritmos sociológicos muy diferentes que a veces se entienden como una relación basada en un conocimiento y una confianza mutua, una confesión emocional a los más próximos; o en conceptos de privacidad asociados a la idea de individualidad, mediante la creación de una zona personal protegida de miradas ajenas, identificada con la propiedad privada y propia de la burguesía.

Sin embargo, vivimos rodeados de cámaras de vigilancia, en nuestras calles, en los lugares de trabajo y ocio, hasta tal punto que se han incrustado en lo cotidiano, revelándonos nuevas apariencias de nuestro propio devenir. Ya no quedan zonas de sombra, como señalaba Foucault; incluso se percibe un irrefrenable deseo de ver y ser visto. En este sentido, se entiende que cada vez nos resulta más difícil diferenciar los espacios públicos de las zonas privadas y cómo las nuevas tecnologías han contribuido a hacer todavía más difusa esta línea divisoria. ¿Cómo preservar la privacidad cuando cualquiera nos puede grabar, sin nuestro consentimiento, con un móvil o una minicámara y colgar las imágenes en Youtube?

El último asalto a la intimidad se ha producido desde el campo de la biotecnología, pudiendo, de esta manera, desvelarse aquello más íntimo, nuestra genética, convertida en mercancía o entendida como un objeto de control, capaz de articular nuevas formas de gobernabilidad y seguridad.

En este entorno tienen lugar los diferentes proyectos que los comisarios y coordinadores de la muestra, Jaime Rodríguez y Begoña Muñoz, han seleccionado. «Todos los artistas participantes -señalan-, que trabajan con entera libertad, suelen caracterizarse por un desarrollo conceptual y abierto en el que se suele utilizar el mestizaje de los diferentes medios técnicos o de expresión». Como resultado nos encontramos con una exposición con una gran variedad de propuestas y tendencias artísticas: instalación, infografía, videoarte, fotografía, grabado, pintura y poesía visual.
Los proyectos de Nel Amaro y Begoña Muñoz se inscriben en una idea de la intimidad como comunicación, en el primer caso asociada a signos, y en el segundo, a los sonidos de la ciudad. Susana Villanueva remite a la intimidad del lenguaje recogiendo varios extractos de cartas que un amigo le envió desde Líbano relatando la cotidianeidad del horror que se vivió en aquel país cuando el Ejército israelí bombardeó Beirut. Próximos a subjetividades de género, habría que entender los proyectos de Dimitris Kouratellis, que, junto a Sara Fermé y Laura de la Rica, se relacionan con la identidad gay y plantean problemas de discriminación en espacios heterosexistas. En un contexto político se expresa Philippe Pasquín con su vídeo «La Don Quijottaparanoïamuestra», o cómo un quijotesco activista arremete contra las cámaras de vigilancia.

Dimitris Kouratellis - dibujo Philippe Pasquine - videoinstalación


Otros artistas indagan en la familia tradicional o las relaciones materno-paterno-filiales, que componen el inventario más privado, donde el discurso masculinidad-feminidad se encuentra a salvo de especulaciones. En esta línea están los trabajos de Pedro García y Jaime Rodríguez, con la madre, en ambos casos, como protagonista del discurso artístico. Como próximas a lo cotidiano y al entorno familiar hay que entender también las propuestas de Fernanda Álvarez, Patricia Vázquez, José Antonio Caso y Carmen Vázquez.

Pedro García - Instalación

La intimidad está asociada al cuerpo, a los sentimientos de pudor y vergüenza, en muchos casos suscitados por la religión, que tiene en la sexualidad un escenario privilegiado para ejercer su poder, control y represión. En este marco cabe entender la frase «Lo personal es político», que expresa la demanda de feministas y colectivos homosexuales de reconocer a los espacios personales la misma preferencia que tiene la vida pública. Y el cuerpo es el protagonista de las narraciones de Elena Lobo Soto y Florence Babin.

La videoinstalación de Fiumfoto (Nacho de la Vega y Cristina de Silva) revuelve en el concepto de sinergia entendido como el concurso activo y concertado de distintas intimidades para realizar una función, en este caso una danza. Más introspectivo resulta el trabajo conjunto de Vicente Pastor y Ernesto García, que mantienen un compromiso con la naturaleza y lo primitivo, asociando la intimidad y el cuerpo.
Entre los restos y fragmentos de la intimidad más dispersos y difusos posiblemente se encuentran aquellos relacionados con la creación, pues resulta difícil explicar ese deambular en soledad, esa extrañeza frágil y anhelante. A estos conceptos responde la instalación de Adriana Rodríguez, las ilustraciones de Rocío Pinín y la propuesta de Alfredo Colunga, que se mueve entre lo vacío y lo lleno teñido de referencias sexuales.
Se consigue la intimidad cuando se apuesta por transformar lo real y se deriva hacia lo común; cuando intentamos recuperar un sentido para las imágenes, a pesar del ruido que las rodea, y que efectivamente comuniquen algo, y no mera artificialidad; se consigue la intimidad cuando renunciamos a la vida privada, privatizada, como refugio y, aun a riesgo de quedar marginados, emprendemos el camino hacia el otro.

Elena Lobo - instalación Florence Babin - videoinstalación