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La crítica social más transgresora
La corrupción, la cuestión de género, la manipulación de los medios, la monotonía, la falsa democracia, la discriminación, la diferencia de clases o la muerte son los temas críticos con la sociedad actual que componen la exposición colectiva 'La Sutil Decadencia', que reúne obras de una quincena de artistas asturianos y de la que se podrá disfrutar hasta el 23 de agosto en el Centro Municipal de Arte y Exposiciones (CMAE). La mente que está detrás de esta transgresora idea es Jaime Rodríguez, artista transdisciplinar, coordinador y comisario de diferentes exposiciones, que decidió poner en marcha esta iniciativa tras darse cuenta de que «la mayoría de los artistas crean obras alternativas, necesarias para nosotros, pero que por estética no tiene cabida en las galerías, ya que no son comerciales». Justificaba la idea debido a «la necesidad de denuncia de la democracia y la libertad de mentira en la que estamos viviendo». Fue el encargado de reunir a todos los creativos, algunos ya los conocía de anteriores proyectos y con otros se puso en contacto a través de internet. «La gente se abre más a través de las redes sociales y les da menos vergüenza mostrar su obra. Yo les pedí que sacasen todo lo que llevan dentro sin miedo», añadió. Es precisamente por esta amplia libertad creativa, una de las creaciones está realizada con sangre de cerdo, por lo que el propio artista entiende que «algunas obras pueden llegar a ofender». La exposición tiene un carácter altruista, ya que las obras no están a la venta y los participantes las realizan por «amor al arte», aseguraba Sofía Santaclara, cuyos trabajos se encuentran expuestos en el CMAE. El objetivo es que la gente «venga aquí a educarse», apuntaba Rodríguez, que incidió en la necesidad de que la exposición tuviese un vínculo institucional, «para no quedar como algo alternativo». Por su parte, el concejal de Cultura, Román Antonio Álvarez, señaló que «el arte tiene que ser comprometido con lo que pasa y desde el Ayuntamiento no hemos dudado en apoyar una iniciativa tan valiente como esta». |
Las figuras del malestarDiecisiete artistas comisariados por lo que Jaime Rodríguez bautiza como "postfiguración neoinformalista" apuntan al corazón de las convulsiones contemporáneas en una muestra visceral y desasosegante Juan Carlos GeaMiércoles 30 de julio de 2014 Cuando las cosas pintan feas no se puede ni se debe pintar bonito. No deja de ser una forma simple y algo jocosa de decirlo, pero es la conclusión que le queda al espectador después de pasar por el viaje visual (y fuertemente conceptual) que propone La sutil decadencia, la intensa exposición "de tesis" que Jaime Rodríguez ha comisariado para el Centro Municipal de Arte y Exposiciones de Avilés; una colectiva en la que el incansable estudioso, artista y promotor de los cauces más laterales y críticos del arte asturiano comparte cartel conFernanda Álvarez, Breza Cecchini, Mónica Ezquerra, Manuel Griñón, Bernardo Guerra, Patu Inclán, Aditi Lago, Miren Manterola, César Naves, Tamara Norniella, Pablo Pons Heres, Adriana Rodríguez, Sofía Santaclara, Javier Soto, Nacho Suárez y el colectivo uh513, integrado por Alberto Valverde y María Castellanos. A todos ellos los agrupa Rodríguez bajo un término de propia acuñación que concilia aparentes opuestos: una postfiguración neoinformalista, que al margen de etiquetas, señala ante todo a un momento histórico -este, con sus profundos desajustes, malestares y convulsiones- y a una actitud que, en resumidas cuentas, se puede caractericar como necesariamente crítica y, más que académica, antisistema (incluyendo en sistema político el subsistema de la institución artística). De ahí brota una pintura urgente, compulsiva y convulsiva, ávida de comunicación y aún más de capacidad de revulsión, que se fuerza a mantener la mirada hacia las zonas más oscuras y conflictivas del interior o del exterior del artista. UN REAJUSTE NECESARIONecesidad puede que sea la palabra clave en todas estas obras. Bajo esa coerción, se produce lo que, en el catálogo, Jaime Rodríguez describe como un "reajuste" que reconduce la pintura, como "forma de expresión, de libertad o de grito" hacia "una nueva figuración" que "emerge de una forma visceral" contra una práctica del arte "especulativa, comercial, decorativista y amable", pero no en dirección hacia la torre de marfil (una de las posibilidades siempre en estos casos) sino hacia la realidad. |
De modo que "el arte se convierte en ese 'lienzo' o 'base de datos' que filtra el entorno mostrándonos la verdad", "una crónica visual de lo que va sucediendo" o "un archivo que retiene y conserva la fugacidad de los acontecimientos". Es "una interpretación subjetiva" que comporta también una posición marginal, de francotirador, "que sin duda alguna comienza a dejar de estar condicionada por mediatizaciones banales o monetarias"Por tanto, ese "no pintar bonito" no se refiere a una cuestión de buen acabado, oficio o pulcritud formal sino de voluntad de alejamiento de la complacencia, la banalidad o la domesticación. Valga pensar que esa noción del "pintar bonito" excluiría algunas de las obras mayores de un legado artístico que, por ejemplo, podría ir de El Bosco a Bacon, de Goya a Grosz, de Hogarth a Lucien Freud, del dadá a Robert Crumb, y en cuyo limo se mezclan el arte popular, el romanticismo, el naturalismo más crítico, el expresionismo, el pop más caústico, el surrealismo más subversivo o el underground de cualquier especie. POR LOS OJOS A LA CONCIENCIAQuizá importa menos si estas obras manifiestan o no en verdad una nueva tendencia como el hecho de que mantienen viva una veta vital en el arte, entendido como testimonio de libertad creadora, de autenticidad expresiva, de confianza en los poderes movilizadores, reflexivos y subversivos de la imagen pintada. Entendido como un dispositivo capaz de amplificar la conciencia entrando a la fuerza por los ojos y de generar cualquier cosa menos conformidad. Y eso es lo que remueve en el espectador La sutil decadencia: desasosiego, incomodidad, un sentimiento de desajuste o dislocación que en todo momento sabemos que responde a una realidad igualmente disfuncional y quebrantada, y que no es solo la realidad del artista atormentado, sino un momento histórico que, intersubjetivamente, todos estamos viviendo con ese mismo malestar. Mediante la introspección lírica o la fabulación oscura, la causticidad o la ferocidad, el humor irónico o la cita culta, en obras pintadas, dibujadas, manipuladas digitalmente, cosidas, filmadas fotografiadas o instaladas, por un camino u otro, todos los artistas de La sutil decadencia apuntan al mismo lugar: el corazón de un malestar colectivo que, como su arte -ironía- nada tiene ya de sutil.
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agosto 2, 2014 EL COMERCIO.es |
:: á. a. rodríguez El arte español actual tiene dificultades para hacerse notar y nuestro sistema tampoco ocupa un papel claro, ni radical, ni mucho menos dominante en el circuito europeo. Los nuevos proyectos se ven en la obligatoriedad de situarse en ese lugar intermedio para el diálogo y la interculturalidad donde se ubica el arte global de nuestros días, entre la imposición de reglas arbitrarias pero propias, por un lado, y la tiranía de las reglas sociales por otro. Dice Jaime Rodríguez, impulsor de la exposición ‘La sutil decadencia’, que ofrece este verano el Centro Municipal de Arte y Exposiciones de Avilés (CMAE), que los artistas seleccionados en este proyecto veraniego se mantienen «vitales», lo cual no es poca cosa. Porque, más allá del pesimismo o el positivismo del comisario, que ha contado en el montaje con César Naves y María Castellanos, esta aventura colectiva y altruista cuenta con dieciocho jóvenes (y no tan jóvenes) autores que se nutren de los cimientos del pasado, de la metarrealidad, de los vaivenes políticos y otros pretextos para hacerse eco de una «presentación melodramática del presente capaz de narrar el escándalo de la realidad, la pérdida de libertad, y de otros derechos». Se trata, en fin, de un cúmulo de intenciones expresivas con lecturas dispares, inspiradas en imágenes, reflexiones, idearios y estéticas conocidas para plantear soluciones críticas, revisionistas, en clave mayormente figurativa, y diversos soportes y formatos. El colectivo ‘uh513’ (María Castellanos+Alberto Valverde), ganadores de una beca AlNorte de EL COMERCIO en 2012, presentan el vídeo ‘El observador incómodo’ que recoge acciones llevadas a cabo por distintos personajes, en clave rítmica y repetitiva, aportando certeras reflexiones acerca de los cánones cotidianos. Es la obra más potente de la exposición junto con la instalación de Fernanda Álvarez (‘Un simple vestido de fiesta’), tan sutil como acongojante, interpretando su escenografía de la ausencia. Hay, además, varias propuestas pictóricas, de tensión dramática y narrativa, que levantan la energía plástica del conjunto expuesto en este complicado espacio del centro municipal avilesino. Son montajes individuales con sugerencias más o menos comunes, que derivan desde las delicadas composiciones de Patu Inlán, Mirem Materola o el propio Jaime Rodríguez a los ritmos coloristas y ‘pop’ de Adriana Rodríguez, Mónica Ezquerra, Manu Griñón o Pablo Pons, donde las palabras derivan en símbolos y viceversa, jugando y ‘conjugando’ experiencias diarias. Con mayor calado expresionista funcionan las piezas de Javier Soto y César Naves, muy contundentes, rotundas, repletas de mensajes sobre la libertad o los vaivenes existenciales bien resueltos. La ironía, el sarcasmo, el miedo o la duda desvelan los intereses de las pautas tragicómicas que proponen Aditi Lago, Tamara Norniella, Nacho Suárez, Bernardo Guerra o Breza Cecchini. Al margen, la «latente sensación de la intuición» de Sofía Santaclara se transmuta en una instalación diseñada mediante recursos fotográficos y otros elementos que tratan de descontextualizar la tesis expositiva y lanzar, si cabe, otros alegatos igualmente entusiastas, en un conjunto ecléctico que merece la pena visitar. |
Crítica / Arte
Indignados estéticos
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Jaime Luis MARTÍN
La Universidad de Salamanca publico en el año 2001 el libro, convertido en referencia del arte político, hoy difícil de encontrar, “Modos de hacer. Arte crítico, esfera pública y acción directa”, una compilación de textos claves para abrir el debate en torno al arte público y la búsqueda de nuevas coordenadas para la acción. Pero en la década de los treinta Bataille entendía el materialismo dialéctico como “una subversión completa de los valores, al dar a la materia el papel que tenía el pensamiento”. Este instinto dialéctico, este volver a olfatear el materialismo para alejarnos de este hedor al que nos llevo el capital, unido a la necesidad de hacer algo, frente a esta crisis generalizada e incomprensible, sólo puede tener una respuesta: desplegarnos evitando el pliegue, recuperando las prácticas para la producción y distribución de imágenes políticas.
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| 17 de Julio al 23 de Agosto del 2014
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