LA NUEVA ESPAÑA

Un ecosistema visual
JAIME LUIS MARTÍN

La exposición internacional de arte «Semántica» se inauguró con las performances de Nel Amaro y del comisario de la muestra, Jaime Rodríguez. En su acción, Nel revolvía en las esencias del vanguardismo con toques de ironía. Ataviado con una camiseta sobre la que se había serigrafiado el texto «artista conceptual», con mandil, rulos y sintonizando «La linterna», el programa más friki de la radio española, desarrolló la performance, definida por el propio artista como hiperrealista, de pelar una patata. Muy diferente fue la puesta en escena de Jaime Rodríguez. El artista, desnudo, con los ojos vendados, fue adoptando diversas posturas sobre un lienzo, asistido por María Mieres, que silueteaba, con un rotulador, su cuerpo sobre la tela. Posteriormente, Jaime Rodríguez estampó repetidas veces, hasta formar un corazón, un sello con el texto «ego comparor fluvio albenti» (soy como el río que fluye). La performance concluyó con la lectura de un documento de la Consejería de Vivienda y Bienestar Social que certificaba la minusvalía del artista.

Entre ambas acciones se abre el amplio espacio especulativo, conceptual y visual que recorre «Semántica», con el comisario moviéndose, como señala acertadamente María del Mar Díaz en el texto de catálogo, en «las lindes del discurso verbal» y secundado por los artistas Arancha Álvarez, Fernanda Álvarez, Javier Álvarez, Ana Bellido, Jim Box, Ana María Briede, José Luis Campal, Alfredo Colunga, Jean François Courtilat, Alfonso Crujera, Fiumfoto (Nacho y Cristina), Véronique Hubert, Elena Lobo, Jesús Marín, Begoña Muñoz, Otty Pérez Laspra, Marga Pinto, Gema Ramos, Jorge Iván Restrepo, César Ripoll, Adriana Rodríguez, Aine Scannell, Mathilde Seguin, Christophe Viart, Rocío Pinín, Susana Villanueva y los ya citados Nel Amaro y Maria Mieres.

«Semántica» disemina unas propuestas que, sin unidad formal ni temática, trata de penetrar en las máscaras de la representación actual con una serie de interpretaciones, estéticas y discursos especulativos y críticos, que conviven sin conflictos. Agotado el modelo de los manifiestos, se proclama el triunfo de la diversidad, uno puede ser expresionista abstracto por la mañana y por la tarde artista pop o realista, como soñaba Warhol. No se precisa renunciar a nada y la pluralidad se configura como un rasgo distintivo. Pero, también, el desasosiego recorre muchos de estos proyectos, producido por un vacío ideológico y cultural «por la quiebra de nuestras esperanzas y proyectos históricos, sino también de la uniformización del consumo estético», como señala José Jiménez.

En «Semántica» asistimos a un territorio de intimidades, a una acentuación de la identidad, a la construcción de itinerarios, a la producción de flujos culturales, de códigos interconectados. Forman parte de estas miradas la nostalgia de lo obsceno, la fascinación por la provocación situacionista, el juego estético, el gamberrismo pictórico y la resistencia política, que desembocan en prácticas fotográficas, videográficas, poéticas, pictóricas, dibujísticas, sonoras y performativas. La creación entendida en términos de montaje, de mixtura, de posproducción como señala Nicolas Bourriaud, y que define este tiempo de mudanzas.

«Semántica» es un periplo por diferentes paisajes, un viaje en el que no se pretende tanto producir imágenes cuanto dejar impresas las huellas de la fabulación, los rastros del deambular. Este territorio que reúne diversos ritmos visuales, incide en la necesidad de peregrinación nostálgica por las vanguardias, pero con un significativo desplazamiento: consagra la deriva como un fin en si mismo. Asistimos a un nomadismo escenográfico que recorre distintas relaciones estéticas, sin conflictos. El itinerario discurre sobre una topografía de resistencia, negándose a aceptar la mediocridad, proponiendo mínimas revueltas, escaramuzas cotidianas, traficando con lo sensible.

En general, «Semántica» se concibe como un collage de artistas, un remolino de nombres y propuestas, una suma de heterogeneidades. Y pese a esta pluralidad se percibe un espacio de cohabitación, un lugar abierto que revuelve en los contenidos pero no obvia las preguntas estéticas; una trama con decorado, compromisos políticos y poéticos que demanda a la obra de arte una toma de conciencia. Los artistas semánticos componen un escenario alternativo, un ecosistema visual, donde todavía es posible la representación, las nuevas experiencias, los juegos del lenguaje y los recursos experimentales. Posiblemente con la certidumbre del agotamiento, pero, también, con el vigor y la sinceridad de la enunciación.

La Nueva España (25-10-2006-edición de Avilés)