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La transformación física* Pertenecemos a una sociedad movida por los hilos de un estatus preestablecido, y nos muestra una actitud generalizada de ignorancia ante las obras artísticas. El observador se ha acomodado al lado superficial del asunto: La cantidad se ha convertido en calidad.[1] Se trata de mirar más de cerca. Disipación y recogimiento se contraponen hasta tal punto que permiten la fórmula siguiente: quien se recoge ante una obra de arte, se sumerge en ella; se adentra en esa obra. [2] Pero la sociedad dispersa sumerge en sí misma a la obra artística. Por medio de la dispersión, tal y como el arte convencional señala, se controlará al individuo subordinado frente a una élite obsoleta que pretende adueñarse del conocimiento, de la cultura; y pone al espectador en una situación de experto sin incluir alguna “atención”. El público es un examinador, pero un examinador que se dispersa. [2]Pero también el disperso puede acostumbrarse, educarse. Esta tarea corresponde a los creativos que tienen la obligación de desarticular la monopolización de la cultura por parte del estatus especulativo a través de los mass-media y los sistemas educativos que hacen del arte un objeto vacío; pero lleno de espectáculo. Resulta patente que esto es la realización acabada del “art pour l’art”. [3]
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cEsar naves & jaime rodrIguez / asturias ©2010