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ARTE EN TRANSICIÓN: EL AXIOMA PROCESUAL DE LA CREATIVIDAD o el estar siendo

Juan Carlos Aparicio Vega / 2015



  

 

La propia conformación de la obra de arte y, en definitiva, cada paso ocurrido en el proceso de génesis creativa y al insertar el trabajo en el espacio y su interrelación con el resto de las piezas en exposición, suman y enriquecen las propuestas que finalmente percibe el espectador. Ese asunto centra este proyecto expositivo en colaboración: una gran instalación híbrida en que coexisten diversos asuntos y donde abunda el empleo de las nuevas tecnologías y la interacción de un amplio número de disciplinas plásticas, sonoras, textuales, audiovisuales, así como el low y el high tech.

En esta exposición de arte procesual participan varios artistas seleccionados por el comisario, crítico y artista multidisciplinar Jaime Rodríguez. Entre las piezas escogidas predomina la instalación, si bien en no pocos casos ésta aparece asociada con el vídeo, el sonido, los componentes puramente tecnológicos (instalación multimedia) e incluso la estampación.

Los autores integrantes de Process provienen de diversas geografías e intereses, pero sorprenden los múltiples nexos que encontramos entre todos ellos. Así, desde nuestro entorno más inmediato encontramos las piezas de Emma Bi, Nel Caamaño, Virginia López, Benjamín Menéndez, César Naves, el propio Jaime Rodríguez y su trabajo en colaboración con Mind Revolution (Eugenia Tejón & Ángel González) y uh513 (María Castellanos & Alberto Valverde). Mientras, del circuito nacional proceden Julio Mediavilla, Jesús Nido y Eugenio Rivas. Por último, cubren la representación internacional el artista brasileño Marcelo de Melo y el japonés Yoshihiro Kikuchi.

 

 

Emma Bi: mirando al trasluz

 

Emma Bi presenta un conjunto seriado de ocho fotografías bajo el título genérico de Objetos de deseo y ejecutadas a partir de un juego de tazas de té en que hace uso de la litofanía, técnica que desde antiguo y aplicada a la porcelana, el alabastro o el vidrio coadyuvaba al logro de un particular efecto de trasluz, que fascina a la autora desde niña.

Resulta sugerente la búsqueda de la luz en la transparencia del material. El efecto es un misterioso claroscuro, exquisitamente protagonizado por los blancos y negros que se traduce en un sugestivo juego óptico. Emma se interesa en lo doméstico y personal, ahí centra su discurso.

Junto a las fotografías, la artista presenta una pequeña instalación donde los retratos se muestran insertos en el propio objeto. Las tazas, iluminadas creando un trasluz, permiten ver varios rostros de rasgos orientales escondidos en la misma porcelana. Se aplica además el concepto de síntesis granular, trasladado desde la música a la imagen. Emma Bi consigue crear una auténtica sinfonía visual a partir de pequeños fragmentos de sonido.

Son estas pequeñas litofanías resultantes una rememoración del mundo introvertido y aislado de la solitaria infancia de la autora que consideraba esos modestos cacharros, provenientes de su propia casa, “objetos mágicos” dada su lógica inaccesibilidad. Idéntica categoría alcanzaban el tapón-bola de una botella del mueble bar o las lágrimas que pendían de la lámpara que alumbraba su salón, auténticos caleidoscopios, como las tazas, que permiten que el espectador se asome a la intimidad de la artista a través de su rescatado imaginario infantil.

Ahora la fotografía permite que el juego continúe. Su inmersión personal en el pasado a través del objeto deseado no termina ahí. Emma, dotada de un innato sentido de experimentación, pretende revivir aquel espíritu lúdico. Es, pues, una colección sin un final determinado. Son imágenes para ir incorporando de forma reposada en el tiempo, como aquellas larguísimas jornadas de juego en soledad. El único límite se encuentra en la constancia para seguir. A sus conocimientos, añade las experiencias vitales y una más que acentuada y ahora vulnerada sensibilidad.

En las imágenes reveladas por Emma Bi se observa que disfruta más con las partes que con el todo, en aras de una estética del fragmento muy propia de lo oriental y en particular de lo japonés. Igualmente le preocupa más insinuar que mostrar, los fragmentos, lo que parece y finalmente no es.

En suma, son sus tazas, casi con un sentido de joyeros antiguos, genuinos cuadros de pequeño formato redondo que inclusive alcanzan a presentar, a pesar del inusual soporte, verdaderas texturas pictóricas en el amplio borde que hace las veces de passepartout. En el centro de sus composiciones unos retratos de aspecto grisáceo aparecen encapsulados y rodeados por formas y colores que se diluyen salpicados por infinitos matices de luz. El motivo, una serie de figuras efigiadas, aparece, como tantas cosas recordadas, fijado en nuestra memoria sin una razón e incorporado a las piezas. Es Emma Bi una auténtica recolectora de emociones que aspira a desaparecer tras cada unas de las imágenes que elabora.

 

 

Nel Caamaño: la derrota es inminente

 

El recordado Luzernario de Ánxel Nava provocó una profunda huella en el imaginario de Nel Caamaño así como en su proceso creador y determinó su camino. Tempranamente hizo uso de las técnicas del grattage y de la escritura automática, que aún hoy vertebran su ideario plástico.

La propuesta de Caamaño, en directa relación con su reciente Creative Flame, ha sido ejecutada ex novo para esta exposición y está directamente relacionada con una temática que le preocupa desde hace un tiempo: la agonía.

El artista está inmerso en una fase de extenuación y lleva a su obra sus dubitaciones e incertidumbres incluso acerca de su mismo proceso de trabajo. Envuelto en una suerte de “agotamiento” que presagia, según él mismo, “un futuro creativo difuso”, el autor se refiere de forma explícita a una afirmación de Richter, proclamando con resignación que está dispuesto a “dejar que una cosa venga, en lugar de crearla sin afirmaciones, construcciones, invenciones, ideologías…” y con esa aspiración vive en tanto que “sigue agonizando”.

En su trabajo conviven el automatismo gráfico sobre pequeños trozos de papel y el expresionismo gestual cromático llevado a grandes formatos.

Este artista, que lleva veinte años de experimentación crítica  e incluso de reflexión teórica, tiene en el gestualismo vital uno de sus rasgos definitorios. Su obra está repleta de signos, inscripciones, gestos, escrituras y tachones. Caamaño prepara muy pacientemente el soporte con lijadoras e incendia, como si fuera un Vulcano actual, la superficie con ayuda de combustible y de forma repetida, lija y vuelve a quemar. Es, por tanto el fuego y el raspado de la superficie erosionada repetidamente lo que condiciona el aspecto de sus piezas.

Respecto al montaje de la obra que ahora presenta los tres bastidores van "marcados" (como es habitual en su trabajo) a fuego, permitiendo que el alcohol de quemar deje su huella sobre la tabla de ocume. En este caso el color se reduce al uso del acrílico negro y quizá un tono óxido. La intención de Caamaño es representar tres pasos o niveles, en la ejecución del trabajo; partiendo del primer bastidor (izquierda) muy poco intervenido, hasta llegar al tercero en el que se apreciará un "exceso" que no dará lugar a "vacíos".

Acompañará a este particular tríptico de grandes proporciones, un texto escrito sobre la pared con un carbón o trozo de madera semiquemada: la frase en latín “la derrota es inminente” (Clades Imminet).

 

   

 

La distorsión gramatical de Yoshihiro Kikuchi

 

Artista multidisciplinar presente en el circuito de la capital nipona e incluso en el de la dinámica Hong Kong, cuyo quehacer creativo transita desde el dibujo, el collage y la pintura a la instalación. Kikuchi aporta un discurso fuertemente marcado por su particular idea de la deconstrucción. Es, pues, su arte un trabajo enérgicamente vinculado a lo conceptual y regido por lo que se ha calificado como “anarquismo mental interno”.

Su producción visual está además relacionada con otra dedicación artística: la música experimental, que le ha llevado a ser integrante de varios grupos y bandas consagradas a las tendencias más renovadoras, llegando a componer diferentes trabajos desde 2007.

En lo referente a su argumento plástico, el punto de partida para Yoshihiro se encuentra en la propia negación del comportamiento que es consustancial e innato al ser humano, sobre cuyos valores sociales en vigor trata en sus piezas.

Precisamente en sus obras se centra en la cuestión del lenguaje para, mediante su representación gráfica, producir un efecto contrario al ya conocido. Se apoya en la generación de automatismos, dejando que opere el azar en sus composiciones e incorporando de forma reiterativa el tema del error de impresora, es decir, un fallo mecánico.

Grammatical luxation se compone de 81 hojas repletas de dibujos que coloca agrupadas en realidad en 9 grandes secciones (con idéntico número de hojas cada una). Cada papel integrante lleva un número único y diferenciado anotado en la esquina inferior derecha de su cara inversa.

Su producción se basa en la negación de la humanidad que conoce. Pretende ofrecer al público una desorganización del tradicional sistema lingüístico al que estamos acostumbrados y del que parte para destruirlo y configurar uno nuevo.

Su postura, radicalmente nihilista, está vertebrada por el automatismo y el azar. El artista nipón parte de la eliminación física de lo anterior con el fin de levantar una estructura lingüística inédita y radicalmente diferente.

Estos trabajos que ahora se exhiben están relacionados con un proyecto anterior titulado Hanged Grammar, que consistía en la deconstrucción de una compilación de relatos pornográficos japoneses, de los que a simple vista se contemplaban únicamente una serie de caracteres mal escritos, que en realidad eran una suerte de impulsos sexuales producidos a partir de la lectura de los propios textos.

Los elementos gráficos que vemos son metaestructuras relacionadas con la traducción del citado texto al lenguaje braille. Con su propuesta, Kikuchi demuestra que inventar nuevos caracteres y hasta otros lenguajes codificados es posible. En concreto, son los rastros de los nombres propios eliminados, acabando así con la particularidad de las frases y presentando solo marcas de errores en la corrección de pruebas en colores negro, rojo y azul, que testimonian únicamente las experiencias sexuales referidas.

Es, pues, un sistema braille fortuito con que busca despojar de significado al texto original y ofrecerlo de nuevo con una forma estrictamente gramatical. Por otra parte, las marcas son restos del proceso necesario para la traducción exacta en braille antes de la aleatorización de los caracteres.

 

 

Virginia López: la naturaleza detenida

 

La exquisita sensibilidad de Virginia López se presenta en esta ocasión a través de la delicada obra titulada Changing Leaves, donde una vez más queda representado el coherente ideario artístico de la autora, preocupada por los conceptos de cambio y mutabilidad, que son llevados a su permanente mirada a la naturaleza desde el ámbito rural en que vive.

Esta artista multidisciplinar pone su foco en aquello que se transforma con facilidad, en lo que muere y se regenera y para ello recurre a un tema tradicional en la historia del arte: los ciclos naturales. Muestra además el asunto del agua calma a través de una grabación sonora donde simplemente se escucha el agua que corre,como un concentrado y profundo campo para la ensoñación y por tanto para la revelación, que parte de la rememoración de sus lecturas, en especial, de Gaston Bachelard y sus rêveries. Presenta el fluido como depósito de la memoria, en realidad un embalse repleto de informaciones  en forma de recuerdos y evocaciones. Su trabajo se nutre también de un poema del ecólogo británico Charles Elton, quien se refiere en su obra a los árboles que se agitan y a las hojas cambiantes, elementos centrales en el discurso de la artista gijonesa.

En su instalación ofrece, a través de la proyección de una imagen variable, el transcurso de las estaciones, completando así todo el ciclo de 2013. El resultado es un retazo de paisaje de resonancias oníricas, concentrado en una oquedad circular, una suerte de ventana que nos lleva desde la sala de exposiciones a la frondosa copa de un peral silvestre situado junto a la casa de la artista en la localidad florentina de Arcetri.

Pero el espacio expositivo mismo nos permite seguir con la ensoñación que la autora lleva al mismo suelo, repleto de hojas secas distribuidas por el local. Cada hoja, pacientemente recogida por Virginia López mientras caía en noviembre de 2013, al pie del árbol, fue tratada con cera natural para que perdurase su mensaje, “encapsulándola” justo al morir para adquirir así una nueva piel de cera virgen. Convierte, pues, un elemento perecedero y fugaz, las hojas caídas de un árbol, en esculturas a través del empleo de la ceroplástica. Para ello, la artista hace uso del modelado de cera de abeja que ayuda a conservar el color y en definitiva a asegurar la permanencia de las hojas, en un paciente procedimiento que repetía cada jornada hasta que el árbol se quedó desnudo un 11 de diciembre. Conseguía de este modo casi momificar elementos que acababan de perder su halo vital.

Las naturalezas muertas de Virginia López no son pintadas, se completan con la evocación a través de medios audiovisuales del mismo árbol del que proceden y donde ya cíclicamente son reemplazadas. Logra congelar y salvaguardar el tiempo y nos lo muestra con una fuerte carga lírica a través de un bodegón de cientos de hojas dotadas ya de un pellejo de cera. Todo tiene un sentido casi ritual y ceremonial, de veneración y observación de la propia naturaleza, de la que extrae no solo el motivo sino el sentido mismo de su discurso. La sala de arte está ahora llena de reliquias provenientes del medio natural que a modo de ofrendas nos invitan a una mirada reflexiva. Lo que vemos es una auténtica revelación, plena de mensaje.

Es Virginia López una artista-recolectora, seguramente como aquellos primitivos hombres y mujeres rupestres. Su trabajo tiene algo de alquimia, de laboratorio remoto o de taxidermista trabajando en un gabinete de historia natural.

La cera dota a las piezas de un aspecto indudablemente frágil, enigmático y misterioso, subrayado por la proyección. Cada hoja parece un exvoto, es un momento detenido, un fósil, un elemento del pasado llegado al presente, algo que en principio estaba condenado a desaparecer pero que se preserva y se nos presenta como un fragmento de memoria.

La autora, como en ocasiones anteriores, transforma la sala en todo un ambiente que invita a pensar en el mismo concepto del tiempo y a través de las técnicas empleadas en la propia conservación de la obra de arte.

 

 

Marcelo de Melo: el artista modulador

 

Este autor transnacional utiliza materiales y objetos encontrados para componer sus trabajos, logrando generar significados pero no de manera jerárquica. El rizoma de Gilles Deleuze es su modelo de experimentación artística. Por tanto, su gran tema es la transfuncionalidad del arte, el concepto central de su investigación.

Marcelo de Melo explora los valores culturales, el consumismo y la globalización, de la que participa con su inquieta presencia en las culturas y geografías más diversas, proponiendo juegos visuales lúdicos. Su obra está repleta de referencias a la tecnología, a la biología y al sentido de la rutina diaria. Se detiene en el alto grado de casualidad y coincidencia y aborda un conjunto muy heterogéneo de temas.

Acumula Melo un variopinto elenco de formaciones en teatro, historia o bellas artes, con que llega a configurar su discurso artístico, a medio camino entre la escultura, la pintura y la instalación. También cursa estudios de griego antiguo, de ahí la importancia de las palabras en sus piezas.

Este inquieto artista se mueve de forma permanente por numerosos países en busca de formación y experiencias, habiendo sido determinante para él la mixtura antigua y moderna de Kioto. De este modo, diversifica y suma técnicas, repertorios y recursos.

Su arte es claramente conceptual y resulta de una investigación constante. Es una suerte de mosaico donde la tecnología es un concepto genético, tan vulnerable como el cuerpo. Resulta central para Marcelo la producción de conocimiento a través del arte y su interés radica en su comprensión. Para ello usa materiales cotidianos.

En la construcción y en la presentación de sus trabajos rezuma alegría y energía. Se pregunta continuamente sobre la inutilidad del arte y concluye que, siguiendo a  Lefebvre, “estamos gobernados por el funcionalismo que no tiene en cuenta todos los aspectos de la realidad”. El arte no es funcional, al igual que el juego, es transfuncional. Arte, juego y vida cotidiana se caracterizan por ese atributo. El conocimiento de una obra opera en los casos de incertidumbre. Una obra de arte es útil e inútil al mismo tiempo. Es pues un artista caracterizado por la transversalidad.

En su trabajo convive el interés por lo viejo y lo nuevo en el lenguaje, la cultura y el arte. Melo explora y logra apropiarse del muro, de los paramentos y también del suelo. Sus piezas suelen combinar el empleo de aluminio, el acero, la fibra de vidrio, el hilo den y el circuito eléctrico temporizador. Cambia con frecuencia de materiales.

En su obra Poética viral emplea tinta china sobre papel pintado antiguo. Con ella se refiere al arte y a su papel de apoderamiento de las personas.En relación a ésta su instalación Narrativas infecciosas deja claro una vez más su interés en la biología y en la tecnología, si bien también hay hueco para una más que evidente carga poética (Paulo Leminski).

Su eje temático está basado en la contaminación cultural y en el uso del mosaico como punto de partida de investigación.Esta técnica es la base de su metodología de trabajo, que denomina modulación, hundiendo sus raíces en el antiguo arte musivario. La apariencia de sus creaciones puede cambiar, pero su sistema es siempre el mismo y se autoproclama como “artista modulador”, con un objetivo claro: “Mi principal interés es la producción de conocimiento y cómo se extrae ese conocimiento de las obras de arte”.

La mayor parte de su obra hace uso de unidades divisibles y en la repetición de éstas. El arte del mosaico en su sentido más amplio está presente en muchas de sus obras, desde las más minimalistas a otras más contemporáneas, ese es el tema de su investigación de doctorado.

Pretende que el espacio y la obra estén bien integrados, con lo que tiende a cultivar una especie de práctica espacial. El espacio expositivo es muy importante en la obra de Marcelo de Melo.

Recoge, por tanto, muchas influencias, desde el arte antiguo al conceptualismo y demuestra una gran afinidad con la palabra escrita y la artesanía. Además, le influye de manera patente el movimiento arte povera en su práctica artística. 

Asimismo, no ve mucha diferencia entre genética y tecnología. Para él son facetas de la misma moneda, pues parten de la vida cotidiana.

 

 

La inquietante maquinaria sensorial de Mediavilla

 

Julio Mediavilla está muy interesado en la confrontación de la materia con el espacio vacío. La obra que nos presenta ahora recurre a un tema que ya empezó a desarrollar en el comienzo de la década de los años noventa y que precisamente llevó el título de Frontera.

La pieza parte de Dogma (2008)y Tiempo incandescente (2005-2007). Presentada en dos partes, Frontera-Sur, es una sugerente instalación con que explora la delicada línea que separa a los unos de los otros. Mediavilla coloca cuatro hilos directamente sobre una pared de dos en dos cubriendo un amplio lienzo en que compone una sencilla pieza que es al tiempo línea de separación, instalación e instrumento musical, pues la tensión generada por las propias cuerdas metálicas producen un tenso vibrato que recuerda lo que pasa a uno y otro lado de esa línea invisible, que es vida, de ahí el latente color rojo que contrasta con el oscuro de las otras líneas, de lo desconocido. Alterna este autor, en sus complejas piezas, apagados y encendidos, y aprovecha los propios huecos de entrada y salida de la arquitectura del salón expositivo.

Por otra parte, en un segundo paño instala sus creaciones en forma de pistola, lo que acrecienta la tensión ya anunciada. Lo incómodo del asunto que representa ayuda a aclarar el mensaje. Se trata de un icono ciertamente inquietante.

La instalación, muy limpia, viene ayudada por el techo bajo y el escaso espacio disponible, con lo que se genera más calor y un ambiente propicio.

Mediavilla utiliza siempre un lenguaje metafórico con que explora la capacidad evocadora de los materiales, un camino nada fácil. Es frecuente en su trabajo el uso de elementos de naturaleza industrial que no dejan de serlo, como el caucho, el aluminio y piezas recicladas. Usa, en suma, fragmentos desechados de la sociedad industrial que habitamos para componer verdaderos elementos plásticos que adquieren forma de estructuras.

Como en proyectos anteriores, su dibujo no se entiende sin el empleo de la electricidad a través del hilo de nicrón incandescente. Sus narraciones incorporan luz, calor, movimiento y hasta sonido. Ya su proyecto de 2002 se llamó precisamente Me das calor.

El trabajo de Julio no es nada simple, pues suele incluir hasta motores con automatismos. Sus esculturas, en realidad, son máquinas. En las paredes suele exhibir símbolos incandescentes secuenciados con temporizadores. La obra se sitúa claramente en el contexto de la denuncia social.

En sus piezas recupera conceptos constructivos, fragmentos, estructuras modulares que a veces adoptan dimensiones o escalas monumentales. Invade el espacio, llegando a traspasar ampliamente el concepto de escultura para pasar a ser verdaderas arquitecturas efímeras.

Otra idea presente en su discurso es la de dentro-fuera, bien ejemplificada aquí y en In-Out (2013-2014. Una frontera no deja de ser un espacio de violencia, donde caben ideas como el miedo y la exclusión.

Su obra es una profunda y sintética reflexión sobre el contexto socioeconómico. Emplea las tecnologías informativas decadentes, los restos obsoletos de la sociedad postindustrial en que vivimos, con un sentido verdaderamente arqueológico. Suele usar además el aluminio, el metacrilato  y la impresión digital sobre backlight retroiluminados.

Asimismo, el autor considera vital la palabra en su discurso, pues es parte del entorno mismo. Los textos, protagonistas en sus exposiciones, suelen ser cortos y directos y evidencian su discurso de naturaleza socio-económica. Formula habitualmente aforismos y a través de sus palabras expresa conceptos tales como el dolor, la exclusión, el miedo o la mentira. Procesa metáforas sobre las relaciones sociales.

En Frontera están presentes claramente las ideas del poder, que controla el acceso, y obviamente la de no traspasar los límites impuestos. Deja claro una vez más el tema de la fragilidad del individuo contemporáneo, atrapado en un sistema totalmente perverso que pretende invalidarlo.

En Dogma se mostraba contrario al pensamiento dogmático como actitud personal y su trascendencia social. Se oponía a la imposición de planteamientos a nivel global. El dogma no admite la crítica, genera intransigencia y coerción en el pensamiento individual.

Las nuevas tecnologías nos someten a una continua evolución con una celeridad inusual. El resultado es una sensación de vértigo. Mediavilla plantea una reflexión acerca de los dogmas del presente: el crecimiento económico, el derroche energético, el consumo y la violencia. Pone en marcha una inquietante maquinaria sensorial y logra construir un espacio sensitivo. El calor y el color lo aportan el hilo de nicrón. Sus esculturas funcionan con energía eléctrica temporizada. Usa la electricidad para generar el discurso de la obra encendido-apagado.

Mediavilla ayuda a situar al espectador en su propio tiempo, del que normalmente no se es consciente.

 

 

Benjamín Menéndez: la vida como un vendaval

 

Autor capaz de llevar el campo a una playa (Días de hierba, 2004) o de evitar la muerte de un viejo árbol (Naturalezas, 2006), Benjamín Menéndez presenta hoy su particular Fábrica de Nubes a través de cinco moldes para arcillas de colada cerámica, lo que le permite la utilización de una amplia variedad de pastas líquidas (porcelanas, gres refractario, loza y diversas mezclas). Los módulos que vemos son medias esferas, un juego de diferentes tamaños a partir de la misma forma, que se manipula y personaliza, cortándose en medias, cuartos y octavos, con múltiples acabados, decorados en algunos casos con tierras sigillatas en la superficie, tierras extraídas por decantación y sensibles al bruñido. La cocción juega un amplio papel en la creación del artista.

Sus sigillata parten a veces de tierras blancas o marrones pacientemente recogidas y seleccionadas en amplios territorios del país, al igual que hacían los alfareros romanos que inundaron la península de patrimonio cerámico.

Ya en su instalación Sembrando tierra usaba material cerámico (barro e incluso tierra) para dar el bruñido final a algunas piezas. En esa simbiosis de material y forma se pretende contener todo el proceso agrícola inmemorial, similar en hondura, tradición y sedimento de saberes al del trabajo cerámico que es también el oficio del artista.

Diseminadas las esferas se adaptan a los ángulos de las paredes, extendiéndose sin un orden aparente. Está muy presente, pues, la cuestión de la polinización y en consecuencia las plagas. En esa dispersión se observa el vuelo del polen y las semillas en la siembra, buscando donde posarse, los nidos de huevos puestos aquí y allá por insectos, reptiles y pájaros….la esperanza de la vida como un vendaval, como una epidemia que se extiende delante de nuestros ojos y que aquí es en último término de tierra, por el material utilizado, de fruto, por la forma, y de simbiosis con la arquitectura a la que se adapta.

Existe un mensaje de esperanza sementera, de polinización que tiene forma de fruto y habla en último término de la naturaleza como tesoro, como alhaja adherida a nuestra piel, como semilla que ha de ser cuidada y cultivada con esmero, con constancia, con generosidad y sin avaricia. Es la clase de relación con la naturaleza de la que nunca deja de hablar la obra de este artista, que se refiere a un poema de John Berger titulado Palabras emigrantes, en que dice: “En un puñado de tierra / he enterrado todos los acentos / de mi lengua materna”.

Pero junto a sus habituales materiales de trabajo cerámico (tierra), en este conjunto pone también su mirada en la transformación industrial (minerales), dando como resultado una amalgama de sueños, deseos y sensaciones. A la idea de fecundación suma ahora un elemento de chimenea que recuerda el discurso industrial al que se ha aproximado en otras ocasiones.

Menéndez propugna una simbiosis drástica y sostenida de la experiencia humana con el entorno. En la verdad de esa síntesis reside finalmente la verosimilitud de sus obras, aparentemente tan diversas y dispares.

Su trabajo propicia una presencia reconciliadora, alude a lo evocador, lo testimonial, lo arqueológico y lo arquitectónico también.

 

 

El laboratorio de César Naves

 

César Naves parte de la fotografía para integrarse en el vídeoarte. A través de su trabajo propicia la crítica social, centrada en la pérdida de identidad del individuo frente a la colectiva. Denuncia que se coarta la libertad de la persona frente a la masa, ahora interconectada a través de redes de comunicación. Por tanto, el líder de las conexiones tiene el poder, el control.

Se opone a la mediatización a que estamos sometidos que se traduce en una información sesgada y propone una percepción del mundo a través de los sentidos, que aportarán datos complementarios.

El arte, según Naves, debe estimular más el cerebro que los sentidos mismos. En su lucha contra la acomodación, proclama la obligación del hombre a no estancarse y dice que la inquietud es el motor de la creatividad.

Su trabajo refleja experiencias visuales halladas por azar en espacios geográficos y culturales, de los que hay que preservar su idiosincrasia.

Creciente es una instalación de vídeo acompañada con una infografía digital sobre acetato encapsulada en las conocidas placas de Petri y de cultivos también presentadas en el mismo soporte. El conjunto es una suerte de laboratorio que imaginamos repleto de bacterias. Y es que su obra se basa en el desarrollo y crecimiento de diferentes tipos de bacterias, en analogía con el propio proceso creativo. Su trabajo fue documentado fotográficamente durante veintisiete días. El resultado es una serie de imágenes reelaboradas artísticamente, impresas y usadas para la edición de un vídeo. El proceso de crecimiento bacteriológico queda documentado a través de una serie de quince unidades.

Está presente aquí su percepción acerca del paso del tiempo así como sobre las interferencias voluntarias que incorporamos, lo que condiciona nuestra apariencia externa y su evolución, ya anunciada en su pieza Sinedie X (2013).

El autor se preocupa de cómo nos vemos y cómo nos ven y concluye que ahondando un poco encontraremos nuestro yo. Se centra en la mutación del tiempo y del espacio en la materia. Busca la vida que queda en las ruinas que habitamos y proclama que actuamos guiados por lo que fuimos en un tiempo anterior.

En sus proyectos audiovisuales se suelen observar paisajes urbanos en movimiento, dominados por el dinamismo, la superposición, la yuxtaposición y sometidos a un ritmo acelerado.

Lanza una demoledora crítica sobre la sociedad actual, que aparentemente avanza, pero que realmente se encuentra anclada por una estructura arruinada y obsoleta. Vivimos entre ruinas y no somos conscientes de ello.

La creación es un trabajo en común de numerosos agentes. Se trata de acercamientos divergentes a la realidad. No podemos comprender la compleja multidisciplinariedad de todo lo que nos rodea de forma individual. Es preciso activar procedimientos de inteligencia colectiva. Demanda la exploración de nuevos modelos de producción y de correlación social, de investigación y experimentación, de pensamiento y argumento, de difusión y divulgación.

Se enfrenta además a la actitud generalizada de ignorancia y superficialidad ante las obras de arte, que según él debemos tratar de mirar más de cerca. Naves apoya la postura de quien se recoge ante una obra de arte, pues así se sumerge y adentra en ella.

La dispersión es un medio de control del individuo subordinado frente a una élite obsoleta que pretende adueñarse del conocimiento y de la cultura. La obligación del artista es desarticular la monopolización de la cultura a través de los massmedia y del propio sistema educativo.

Otro tema que aborda es el de las fronteras físicas o intuitivas que distorsionan la realidad. Trata de los límites convencionales como principales elementos de dispersión.

César Naves ha recorrido el mundo y en todas partes se ha encontrado con los restos de los sueños, con lo que queda del material con el que se construyen éstos. En ruins habla de una sociedad absorta en sí misma y dicta implacable que nosotros seremos las ruinas de un futuro.

 

 

Jesús Nido: tiempo de uso

 

Jesús Nido aborda desde la multidisciplinariedad la problemática del individuo y su relación con la sociedad. El arte es el canal en que el espectador y el creador pueden sintonizar un pequeño despertar, un verdadero detonante para estimular un acto de conciencia. Presenta así un “arte psicopompo”, capaz de guiar y de convertirse en herramienta de cambio y al tiempo en paradigma. Se trata de un detonante para estimular un acto de conciencia.

Nido fusiona hábilmente varias disciplinas como el teatro, la música, el diseño de vestuario, la fotografía, el vídeo y, por supuesto, la performance. Este investigador, plantea desde 2001, un temprano interés por la expresión corporal. Genera de este modo universos épicos, donde sus personajes y los paisajes en que están inmersos son protagonistas de otras tantas historias oníricas, dotadas de una intensa carga crítica.

En 2014, Nido paralizó su actividad y tomó una pausa en forma de proceso largo y arduo para teorizar, interiorizar ensayos, disciplinas, catalogaciones, nomenclaturas y filosofías. Tiene la sensación pasada de una creación salvaje.

Su ampliación de conocimientos le lleva a la desidia del arte, ya nada tenía sentido para él, con lo que abandona su trabajo. Este año de 2015 pequeños brotes de esa sensación salvaje vuelven a aparecer y ahora comparece de nuevo.

Este autor entiende su trabajo como una acción multidisciplinar, de exploración continua. El arte es un elemento de conexión entre el cuerpo y el espíritu, capaz de llevar al sujeto a un estado elevado de conocimiento.

Ahora en su producción el cuerpo habla, el cuerpo engaña, es un recipiente, un muro donde sostener nuestra esencia, nuestro espíritu. El cuerpo es, de este modo, un objeto que posee la capacidad de sentir, gozar, sufrir. Nido vincula la sustancia etérea y la sustancia física, cuerpo y espíritu, lo visible y lo invisible.

En el pasado se ocupó de temas como la mitología de Adán y Eva. Otro de sus trabajos en que se observa la preocupación por el tiempo es precisamente en Time (2013), donde se refería a la cuestión de la programación en nuestra vida.

Ahora, a través de las técnicas del vídeo y la fotografía sobre lona, intenta reflexionar sobre la toxicidad de un producto, la “bolsa” y su pervivencia misma en el tiempo, convirtiéndose en algo en principio de uso temporal pero que prolonga su presencia dotándose de cierta inmortalidad.

En su pieza In-Ex plantea una reflexión sobre la toxicidad de este elemento plástico y su lamentable perdurabilidad en el tiempo. Se centra, pues, en un objeto de uso efímero, pero lo asocia a la idea de inmortalidad. Así, In recuerda a través del proceso de la inspiración el tiempo de uso representado por el performer (él mismo); mientras, Ex evoca de igual modo mediante la exhalación el tiempo de vida.

 

 

La verdad animal de Eugenio Rivas

 

Artista e investigador de inquieta trayectoria también como teórico, Eugenio Rivas tiene en la instalación su verdadero campo de demostración de su ideario creativo. Preocupado por los Simulacros de verdad, centra su discurso desde hace años en la temática del absurdo y la ironía en el arte y en el pensamiento de la posmodernidad.

La condición humana aparece recogida continuamente en su obra a través de la verificación de su ausencia. En su proyecto titulado Just Animals recuerda que somos “sencillamente animales”. De hecho en sus piezas únicamente aparece la iconografía animal, mientras que el ser humano es incorporado a través de los rastros miserables de su cultura como pueda ser una nimia bola de helado. Habla de la diversidad animal, que usa como catalizador de nosotros mismos y lo refuerza mediante el uso de fábulas, como la de las cigarras y las hormigas o la de las ovejas y los lobos.

Representa la narcisista existencia del hombre pensando en su misma desaparición. El autor nos dice que el resto de los animales viven sin preocupaciones en equilibrio con la naturaleza. Todo se reduce únicamente a la simple cuestión de la vida o la muerte. Contra esa posición, el hombre se presenta con una desmedida y excesiva adhesión a la razón. Eugenio Rivas proclama que “los animales no tienen dioses, bancos ni depresiones”.

A través de palmarias referencias a la llamada “Historia del Arte Animal”, se recogen los vanos intentos por parte del hombre de racionalizar el instinto animal.

En los trabajos que presenta ahora, de evidente composición esencialmente escultórica, Rivas acumula, a veces con intervención del azar, una serie de juguetes en forma de animal. Mientras, en otras piezas se centra en el empleo del lenguaje para referir de nuevo su particular bestiario, llegando a componer un texto a partir de pequeños juguetes. Trata de sustituir las palabras por objetos plenos de significado. Denuncia, de tan peculiar modo, la brutal supremacía del hombre sobre lo que le rodea, que se cree con capacidad de nombrarlo todo.

Con su obra recuerda aquellos gabinetes de historia natural decimonónicos donde se presentaba al espectador la naturaleza disecada y colocada a medida del hombre, un ser que, desde tiempos inmemoriales, se permite dar órdenes a los animales e imponerles tareas. Sin embargo, éstos se rebelan y hacen una vida escondida al margen de esas órdenes, en lo que puede considerarse casi como una forma de exilio animal.

Rivas incluso llega a edificar una torre con esas mismas figuras, con un mensaje positivo, de superación. La obra de este artista es un verdadero canto a la vida, pleno de optimismo, pero enfatiza su crítica a la sociedad de la razón y el sentido, llegando a desacreditar a la ciencia y poniendo en valor la nostalgia de animalidad en el ser humano. Propugna que debemos sacar el animal que llevamos dentro, ese “destello de salvajismo”.

Su reflexión arranca de la cultura positivista, del definitivo dominio (ficticio) aportado por la ciencia desde tiempos de la Ilustración. Ese afán por clasificar y otorgar categorías y nombres a todo cuanto nos rodea en aras de alcanzar una seguridad y un dominio que ahora Rivas revela como falso.

Una de las ideas más claras en el discurso de este autor es que el arte permite defender una idea pero también la contraria.

Vivimos en un mundo artificial saturado, sabiendo que es para nada, pero luchamos contra ese sinsentido y ciertamente estamos inmersos en una búsqueda permanente y desesperada. Somos mucho menos importantes de lo que creemos. El resto de los animales vive sin más el aquí y el ahora, el carpe diem. Estamos falazmente seguros de nuestro poder sobre el universo.

Rivas cree que podemos aprender mucho de los animales, un espejo en que se refleja nuestra condición más mundana.

 

 

   

 

Las predicciones imposibles de Jaime Rodríguez

 

Jaime Rodríguez propone un trabajo en forma de instalación gráfica conformada por diversas piezas en que hace empleo de la tinta y de la impresión sobre papel.

El tema del azar comparece nuevamente en el discurso creativo de este autor, que se muestra preocupado por los desórdenes y las inestabilidades que confluyen en la realidad. No obstante, para él todo retorna al final a su cauce determinista.

Son estas creaciones una trasposición de sistemas predecibles que de repente e inexplicablemente se enredan. En suma, se trata de pronósticos inalcanzables en que existe la opción de regresar posteriormente a una nueva estabilidad.

En su pieza se observa la confrontación de diferentes trazos inorgánicos de naturaleza geométrica en superposición con otras representaciones orgánicas provenientes del inconsciente racional. Así, existe una interacción de ambas composiciones. Nuestra percepción se deja engañar por combinaciones gráficas, por formas que encuentran sus límites en esquemas o patrones de coordenadas ya preestablecidos por las propias dimensiones planas del papel.

Este proceso de crecimiento puede llegar a cubrir todo el soporte de partida, pero no pasará de ahí. Se evidencia justamente el control que los límites establecen como orden impuesto de antemano. En suma, encontramos ese binomio de desorden-orden, inestabilidad-estabilidad, sin más explicación posible.

Y acompañan a la instalación de Jaime Rodríguez, las composiciones sonoras de Mind Revolution, un proyecto de Ángel González y Eugenia Tejón que unidos por su común pasión por la música y la literatura exploran y experimentan nuevos espacios sonoros a través de frecuentes colaboraciones e interacciones con las más variadas disciplinas y artistas. Les interesa el diálogo y la dicotomía entre lo orgánico y lo inorgánico y, como ocurre en la obra de que parten esta vez, conceden gran importancia al papel del azar y al caos en su composición.

De este modo, se trata de una instalación sonora complementaria a las imágenes. Para ello han preparado tres líneas de audio para tres reproductores diferentes, componiendo un espacio triangular de acústica apropiada. En la primera grabación se escucha una pieza orgánica integrada por sonidos registrados en campos de ambientes naturales, una suerte de paisaje sonoro. En la siguiente se presenta una síntesis de música generativa a través de un software. La última es una composición acústica interpretada por Mind Revolution. Las tres sonarán a un tiempo, pero sin orden de intervención, sin una estructura predeterminada, buscando así un desarrollo aleatorio de la pieza, que se genera a sí misma.

Tejón y González parten de la idea apuntada por el trabajo de Jaime Rodríguez sobre la realidad como un puro azar, sin leyes que permitan ordenar los acontecimientos o la realidad gobernada por las leyes causales. Se refieren a la imposibilidad de predecir los acontecimientos y a la coexistencia de desórdenes e inestabilidades momentáneas, si bien todo retorna luego a su cauce. Ponen de manifiesto que hay una realidad oculta difícil de adivinar.

Los trazos intuitivos se diferencian de las composiciones lineales y geométricas. Se observa una relación implícita entre caos y orden. El resultado es una curiosa armonía de contrastes. El orden puede llevar al caos y el caos puede llevar al orden.

 

 

Uh513: el discurso continúa

 

María Castellanos y Alberto Valverde, artistas e investigadores vinculados a la Universidade de Vigo, nos presentan una nueva versión de su Biblioteca de Babel, ya alumbrada en 2012. La de ahora es una segunda exhibición de la impresora, mejorada y mucho más sencilla en cuanto al diseño.

Aunque también trabajan por separado, ambos creadores agrupados bajo el nombre de un componente electrónico, uh513, coproducen diversos proyectos desde 2009. Mientras a María le interesan cuestiones como la percepción, la piel y el modo de reemplazar las carencias sensoriales humanas a través de la tecnología, ésta última es el verdadero leit motiv de Alberto, que centra su discurso en el tema del caos, inmerso en la investigación del desorden, de un sistema sin leyes, para el autor mucho más rico que el contrario, donde al existir un estado forzado de las cosas, se pierde información. Es el caos, pues, un orden que no entendemos, no un desorden. Son, por tanto, las interacciones entre el hombre y la máquina las que ocupan el discurso de uh513.

El ser humano inició la Biblioteca de Babel cuando inventó la escritura ya en aquellas tablillas cuneiformes elaboradas en el Creciente Fértil. Pero La Biblioteca de Babel que vemos, está obviamente basada en el celebérrimo cuento publicado en 1941 por José Luis Borges, donde propone una reflexión sobre algo que sabemos cómo lograr, pero para lo que apenas tenemos medios ni el tiempo necesario con que consumarlo. En el relato borgiano se hablaba del universo como si se tratase de una biblioteca infinita llena de anaqueles y habitada. Borges se refería explícitamente a esa “biblioteca interminable”, repleta de criptografías y no exenta de misterios, muchas veces relacionados con la eliminación de los libros inútiles. También hablaba en su narración de los inquisidores y de los libros preciosos o de los perdidos de Tácito. Preludiaba, pues, que la especie humana está por extinguirse, pero la “Biblioteca perdurará”.

Ahora, observamos cómo una gran impresora genera caracteres de forma aleatoria sobre un tapiz de papel en el mismo suelo (sobre el que suelen disponer otras piezas) del que se separa únicamente por una cinta adhesiva perimetral. La máquina no se sale del área indicada y está de forma continua escribiendo frases guiada únicamente por el azar. Por tanto, como en el relato de ficción de Borges, existe la posibilidad de escribir infinidad de libros que luego habrá que ordenar.

Uh513 trata en su trabajo sobre la imposibilidad del ser humano al encontrarse con la inmensidad de una idea que puede ser expresada en unas líneas. Resulta difícil la relación entre el planteamiento de un concepto y su ejecución. Sabemos cómo crear la biblioteca, pero carecemos del tiempo suficiente para terminarla, aunque podemos empezar a crearla.

Castellanos y Valverde comienzan esa biblioteca y juegan con el caos y la aleatoriedad del sistema. Nada importa, la impresora genera continuamente caracteres, no se detiene y, está creando una nueva biblioteca a gran escala.

La máquina es ahora el factor integrador, capaz de multiplicar las capacidades humanas. Los componentes de Uh513, siempre atentos al medio digital y sin dejar de poner el foco en la interactividad, llenan una vez más el suelo de objetos inquietantes.

 

 

 

 



 

| 10 de julio al 15 de agosto 2015 | July 10 to August 15, 2015
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| De lunes a viernes de 11 a 13 h. y de 18 a 21 h. Sábado de 11 a 13 h
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