La sutil decadencia

jaime Rguez / 2014

 



  

 

                        [ Preámbulo ]

 

            La sutil decadencia se materializa en una exposición colectiva de varios creativos que parten de una tendencia conceptual y formal propia de la crisis cultural, política, o lo que es lo mismo, sobre la manipulación capitalista llevada al extremo desde principios del siglo XXI hasta la actualidad. En el Arte Actual, esta forma de expresión plástica tiene tantos puntos en común que me he aventurado a acuñar el término potsfiguración neoinformalista , pues contiene y queda abierto a diferentes acepciones. Una forma de expresión artística que se caracteriza por la reflexión ante el inconformismo y la denuncia crítica que nos transporta, con un humor a veces cáustico, del objeto a las grandes conceptos  plurales, del espacio privado al público, de lo íntimo a lo inmenso y de lo local a lo general.

 

            Las obras deben leerse como puntos de referencia que jalonan un recorrido. Cada una de ellas explora los temas más complejos y vitales de nuestra sociedad, para codificarlos en una iconografía singular, a diferentes escalas de la realidad a través de metáforas, símbolos o arquetipos que van al encuentro de un lenguaje vibrante y recíproco. La reminiscencia de los sentidos, del pretexto, de la vida y de lo imaginario, de la denuncia y de la enajenación, de la alienación latente que nos irrita cada día. No se trata de una excusa para reunir piezas en torno a en tema; sino que tras la sarcástica decadencia del sistema que sufre el agónico “stableciment”, sirve de argumento para justificar esta iniciativa dentro del propio cuerpo institucional.

 

 

 

            Del reajuste artístico como necesidad: Postfiguración Neoinformalista.

 

            La falacia de esta gran temida “crisis global” ha producido irremediablemente el anquilosamiento de los espacios tradicionales de exhibición del arte; y esto no se trata de algo sin referentes históricos. En numerosas ocasiones se han tenido que redefinir los postulados y las concepciones de nuevas formas de presentar la creatividad. Es algo a lo que los que formamos parte de este sector ya estamos mucho más que acostumbrados. Cada vez somos muchos más profesionales dedicándose a cultivar y crear en este sector de la cultura y tenemos la necesidad de seguir subsistiendo.

 

            Los creativos no son ajenos a esta situación y de poco sirve dar algunos coletazos cuando el barco está naufragando… La balsa de la medusa vuelve a ser la iconografía que se reitera para esta crisis en todos los ámbitos. Algunos podríamos considerarnos quizás, algunos de esos náufragos de Géricault que se intentan agarrar a una estaca esperando no ser fagocitados por la hambruna de quienes no logran visualizar un pequeño atisbo de esperanza en el horizonte de este oscuro y lamentable océano. Pero mientras aspiramos un pequeño halo de aire podemos demostrar que el arte siempre ha sido esa esperanza cuyo mensaje no puede ser silenciado. Se trata de una forma más de expresión, de libertad o de grito. Se trata de dejar un mensaje para la posteridad, de reflejar una realidad íntima y de nuestro entorno más próximo, porque sabemos que la creatividad siempre ha sido un buen motor de cambio. Y en estos momentos una nueva figuración emerge de una forma visceral como abanderada de esa manera de traspasar esa iniciativa especulativa, comercial, decorativista y amable.

 

            Nos encontramos ante una postfiguración neoinformalista que tiene las raíces bien ancladas a unos cimientos alimentados por una savia del pasado que se hace eco de una presentación melodramática del presente y que es capaz de narrar el escándalo de la realidad, donde la pérdida de libertad, y de otros derechos se hace cada vez más patente. Ante una situación tan “aparentemente” desesperada, el artista debe ser consciente de su papel como interprete de estos parámetros que nos condicionan. La respuesta, es esa necesidad de romper con los esquemas preestablecidos de los géneros y las estéticas a favor de una creatividad más individualista. Un individualismo que se sirve de un largo aprendizaje y de las múltiples experiencias “multidisciplinares” que ya estamos acostumbrados a fusionar.

 

            Regresamos al paradigma del pasado y el artista se ha estado amanerando por una imagen reconocida que ha sido implantada por una serie de círculos endogámicos formados a través de una élite económica. Aunque el globo de la especulación ha estallado hace bastante tiempo, aún se está sufriendo de esa traumática agonía a través de algunos relatos artísticos en estado terminal. Galerías, ferias y casas de subastas continúan alargando la precaria vida de una existencia abocada a su devastación. La renovación se hace necesaria en todos los ámbitos, pero sin duda, todos sabemos que las convenciones de un pasado mejor deben pasar a mejor vida.

 

            El arte y los satélites que giran incansablemente en torno a él, tal y como lo habíamos conocido hasta hace algunos años ya ha comenzado a sucumbir por inanición, incluso antes de la famosa decadencia de la que siempre nos estamos quejando. El presente parece mostrarse gris para los escasos carroñeros que se aprovechan de un uso y abuso del monopolio, ese número reducido de grandes coleccionistas o fundaciones que a duras penas se sostienen en su vejez lucrativa, habitando en inmensos mausoleos.

            A pesar de todo, este enviciado sistema “corporativo” político y en definitiva, socioeconómico, basa su interés en la opulencia de unos pocos y en la miseria de una gran mayoría. Pero el creativo sigue manteniéndose vital, y el arte se convierte en ese “lienzo” o “base de datos” que filtra el entorno mostrándonos la verdad. Una interpretación subjetiva, pero una realidad crítica que sin duda alguna comienza a dejar de estar condicionada por mediatizaciones banales o monetarias. En este encuadre sincronizado es donde nos hallamos las nuevas manifestaciones artísticas que se hacen mucho más introspectivas y referenciales con el paso del tiempo. El artista, conscientemente, tiene la necesidad de sentirse participe del devenir histórico y le confiere a su trabajo una dimensión cuyo valor rebasa las fronteras estéticas de la moda pasajera, extrapolando su soporte de creación a la actividad educacional, al trabajo callejero tanto en el espacio urbano como en el rural, dejando de participar activamente en esos espacios institucionales que coartan esas formas de expresión que han de dejarse confinadas en un cajón.

 

            El creativo ya no se siente un miembro activo dentro de la sociedad; pues éste queda postergado a la política de un sistema cada vez más burocrático e innecesario. El artista ya no interviene en la toma de decisiones, queda aislado y marginado. La única solución que tiene por el momento es gritar a través de su creación incesante, dejando a un lado los formatos preestablecidos. La postfiguración neoinformalista va tomando carácter dentro de este entorno, está en nuestra propia certeza cotidiana. Vivencias dramáticas, angustiantes, hirientes, que sumadas a otras de índole más personal se están incorporando al quehacer artístico, y se constituyen en crónica visual de lo que va sucediendo, registrando la realidad que se vive a la manera de un archivo que retiene y conserva la fugacidad de los acontecimientos. En esta situación límite, los artistas están siendo más conscientes que nunca de su peso testimonial del arte y de las posibilidades de expresar pensamientos e ideas, vivencias y percepciones del entorno y aprecian en sumo grado la capacidad que nos ofrecen las nuevas artes audiovisuales para comunicar sin límites; hecho especialmente válido en contextos restrictivos en los que se intenta reprimir un maltrecha libertad de expresión e identidad en favor de una automática mediatización global.

 

            Las nuevas formas de expresión, mucho más económicas, son las que se utilizan para llegar a todos los niveles de la comunicación, por lo que se produce una verdadera interacción desde las producciones más sencillas hasta las más complejas, desde el dibujo sobre la pared o sobre una servilleta hasta los potenciales de la red, para divulgar y dejar huellas, instantes y datos de una nueva forma de ver y de sentir. La investigación emprendida está cobrando cada vez más coherencia no solo conceptual, sino también estética para dar cuenta de la contingencia histórica que estamos viviendo; pero ya no se buscan nuevos montajes sígnicos o presentaciones innovadoras de esquemas sintácticos; pues ya existen demasiados referentes en el imaginario global que nos bombardea día a día y que ya formaban parte de nuestra memoria histórica. Las imágenes y los textos ya están ahí para poder ser usados, y además de la firma, ese copyright que incita a la apropiación “indebida”, estimulando la abnegación de nuestras mentes. Tan solo tenemos que devolver las mismas construcciones con las que intentan mediatizarnos y dominarnos, usurpar lo que consumimos para recrear otras construcciones, nuevos paradigmas que despierten las conciencias. Esta es una toma de postura reflexiva que divide el ambiente artístico y que ya está provocando un clima bastante polémico.

 

            La contrarreforma institucional ya está intentando desacreditar y combatir estas formas de expresión mediante la indiferencia o enmascarando las nuevas directrices artísticas utilizando algunos personajes y sus obras como espectáculos que reiteran hasta la saciedad, convirtiéndoles en simples títeres de esa gran tapadera especulativa cuya clonación se ha convertido en lo habitual. En la actualidad, asistimos a una serie de estilos artísticos carentes de todo interés que no responden más que a constituir parte de la obsolescencia programada que tanto importa mantener. Para intentar luchar contra esta estafa tan bien asegurada, la creatividad artística es la única que puede escapar y poner en tela de juicio toda esta farsa dominada por la apariencia.

 

            El mecanismo es bien sencillo, tan solo tenemos que rebuscar en los antecedentes que nos preceden a lo largo de la historia, aunque no hace falta llegar a los albores de la humanidad. Los referentes se encuentran bien próximos en el tiempo, no solo en las segundas vanguardias que a su vez bebieron de los movimientos de principios del siglo pasado, sino también en la casi reciente revolución tecnológica y sobre todo, en las redes sociales. Este se ha convertido en un fiel reflejo, soporte de consumo masivo, y en este ámbito es donde más se debería recapacitar; pues lamentablemente hasta este pequeño entorno de “libertad” ya está siendo boicoteado por las maniobras bactericidas de los grandes emporios elitistas.

 

            Aún así, siempre nos quedan multitud de soportes físicos y virtuales sobre los que anclar nuestro testimonio. El creativo tiene como opción decidir cual va a ser su campo de actuación. Más o menos activista; pero siempre reivindicativo desde la introspección más solitaria hasta la extroversión más radical para una colectividad que valorará en un futuro la importancia del mensaje que proporcionamos como una fuente interpretativa, como protagonista ineludible del presente.

 

            Una obra de arte es un enunciado que sirve para armonizar y dirimir las contradicciones que intimidan a la conciencia. Podemos definir e identificar esta manera de crear como algo que desafía la norma, algo que no intenta contar una historia lineal, sino que la preocupación principal de la obra no es necesariamente el aspecto de la imagen en el contexto; sino lo que de ella se desprende, una forma de astucia que modifica las topografías arcaicas del conocimiento.

Continuará...

 

jaime Rguez / 2013-14

Texto publicado en    
La Sutil Decadencia. Ed. MARBAS AAC.  
Fundación Municipal de Cultura de Avilés. 
D.L.: AS-02592-2014   ISBN: 978-84-940901-5-8  



 

| 17 de Julio al 23 de Agosto del 2014
| CMAE - Calle de Llano Ponte, 49, 33402 Avilés, Asturias
| Horario: De lunes a viernes de 11:00 a 13:00 h. y de 18:00 a 21:00